¿Asumimos las
asociaciones de protección animal muchas más obligaciones de las que debiéramos
siendo las instituciones las que tendrían que tomar cartas en el asunto? En mi
opinión así es.
Una
piensa que con que cambien ordenanzas y leyes las cosas avanzan, pero nada más
lejos de la realidad. Conforme pasan los meses veo como las cosas empeoran por
momentos. Por mucho que a nivel mediático las noticias que recibimos son de
claro interés en mejorar la situación de los animales en los municipios, si
indagas un poco en la verdadera gestión, nada es lo que parece y siempre se
legisla de la misma manera, priorizando los intereses de las personas a los de
los animales aunque el tema a tratar no suponga ningún trastorno para los
vecinos del municipio.
No
conformes con esto, cuando la cosa se pone tensa y la concejalía
correspondiente se ve entre la espada y la pared a la hora de tomar una
decisión, que requiere gestionar las vidas de los animales sin responsable de
su municipio, delega en las asociaciones, cargando sobre estas unos gastos
tanto económicos como humanos que no se pueden asumir pero que lo hacen por el
temor a la “solución” que se pueda tomar si no interviene.
No
se trata de generalizar pero hechos vividos en los últimos meses en mi
municipio me dicen que no es tan descabellado que se absorba como manera de
funcionar.
Resulta que llevamos años invirtiendo tiempo y
dinero en hacer entender que los animales, bien gestionados, no entrañan ningún
peligro para las y los vecinos. Que los animales tienen el mismo derecho que
nosotras y nosotros en ocupar un espacio en las zonas urbanas. Que no son ellos
los que invaden nuestros espacios, ni nosotras/os los suyos, si no que hay
espacio para todos. Pero que desde luego si hay que acusar a alguien de invadir
no sería lo más acertado hacerlo a los animales no humanos.
Y
con tanto tiempo y dinero invertido ves el cielo abierto cuando los colores de
los ayuntamientos cambian, ves esperanza en el cambio de gobierno, en el
gobierno del cambio. Y piensas: “Lo que siempre le he dicho a una pared, ahora
lo escuchará una persona”.
Y
así es, lo escuchan, vaya si lo escuchan, pero parece que sólo entienden que
las asociaciones saben cómo cambiarlo, pero de alguna manera no retienen el
resto de la información: “carecen de medios”.
Es
entonces cuando llega el momento de echarse las manos a la cabeza, porque si
nosotras no nos cansamos de denunciar Y ARGUMENTAR que no tenemos derecho a
desterrar a las colonias felinas de su ubicación o que si una gata ha parido en
las inmediaciones de un centro de salud no debemos quitarle a las crías como si
de un puñado de muñecos se tratara porque no repercutirá en las usuarias y
usuarios del centro, y todavía oímos el eco de nuestras palabras sin obtener resultado
alguno, haciendo caso omiso, si un padre denuncia que un gato a ensuciado un
coche en el cual su hijo hace las prácticas de chapa y pintura y es completamente inevitable tener que sacar del recinto a todo aquel ser que ande
a cuatro patas y maulle.
Y como escusa para ignorar por completo
informes, proyectos y estudios sobre el tema, sin contar el tiempo y dinero del
que ya hemos hablado más arriba, siempre sirve el: “No podemos hacer nada
porque un padre se ha quejado”. Y como solución para salir del aprieto de tener
por un lado al padre quejica y por el otro a las asociaciones de protección
animal exigiendo que se vele por los animales, siempre sirve el: “Que lo haga
la asociación”.
Por supuesto la asociación, entendiendo que
las alternativas no van a asegurar el bienestar de los animales, acepta. Acepta
voluntariamente una vez, el resto de veces prácticamente se le impone. Y cuando
las asociaciones aceptamos siempre se nos olvida leer la letra pequeña. La
letra pequeña en este caso te dice:
1. Que no esperes obtener colaboración de
ninguna de las dos partes, una por que se desentiende y la otra, el centro
“educativo” del alumno que tiene un padre quejica, porque sólo nos facilitará
el acceso en horario laboral, laboral suyo claro. Ni un minuto más ni un minuto
menos. Porque el que las voluntarias de la asociación estudien, trabajen, estén
de exámenes o tengan que sellar el paro no cuenta, sólo cuenta su horario
laboral.
2. Que a pesar de que la asociación costeé
todo de su bolsillo, esterilizaciones, transporte, tiempo de la voluntaria,
alimento de las gatas en recuperación, material de captura, etc. No se le
permite realizar charlas informativas a las alumnas/os del centro y a las
vecinas/os de la zona con las que se pretende educar y concienciar. Por eso de
que en poco tiempo no vuelva a pasar lo mismo y tengan que volver a actuar las
mismas.
3. Que desde el minuto uno que intervenimos
en los animales que viven en el centro nos “condenamos” a ser reclamados a
cualquier hora de cualquier día para atender las necesidades de las personas
que gestionan el centro con respecto a los animales que allí viven o intentan
vivir.
Y podría seguir pero
si no me leí yo la letra pequeña no os la voy hacer leer a vosotras.
Esto no sólo ocurre
con los gatos, ni sólo a la asociación a la que represento pero las
consecuencias de este caso que os cuento entristece el alma.
Después de más de un
mes desplazándose la compañera, andando jaula trampa en mano para capturar a
las gatas del centro, después de sólo poder intervenir en un número ridículo
por las trabas del responsable del centro, una de las gatas acaba pariendo en
un aula de un módulo exterior, cinco preciosos gatitos. Cinco gatos que
molestaban para impartir una clase y que fueron secuestrados de la madre con
apenas un mes y encerrados en un despacho. Cinco gatitos encerrados de los
cuales se nos dijo les esperaba o ser repartidos entre los alumnos cuando aún
no comían solos o quedarse cautivos en el despacho de un centro de viernes a
lunes sin atención alguna.
Llegamos a tiempo a
recoger a cuatro, que son los que se nos dijo que habían. Débiles y con ojos
enfermos. Uno falleció la primera noche. No conformes con esto el siguiente
lunes a las diez de la noche, cuatro días después, nos sorprende una visita del
responsable del centro caja en mano. La quinta hermana con un suspiro de vida.
Cuatro días sola, sin agua, sin comida, sin ningún tipo de atención porque el
centro “educativo” cerraba por fin de semana. Ayer falleció.
Hemos aprendido a
decir NO a los particulares por la inviabilidad de atenderlos a todos y la
necesidad de que las personas adquieran responsabilidad sobre los animales de
los que deciden en algún momento hacerse cargo. Ahora toca decir NO a las
instituciones que no quieran cambiar las cosas, que lo que pretendan sea eludir
sus obligaciones para con los animales de su municipio.
No cooperemos con
los parches, contribuyamos a erradicar el problema de raíz.
MAr Puig.
MAr Puig.
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